lunes, 14 de septiembre de 2009

Mis palabras

Eres tú un regalo de Dios.
Eres un capricho de la...


Naturaleza, que en un momento de vanidad quiso verse
envuelta en su propia gloria y en su máximo esplendor,
realizada en ti. Eres el compendio de todas las virtudes que
un mortal puede poseer.

Eres como una fragante y fresca brisa, que perfuma todo el
aire que la rodea con sólo insinuar su presencia. Eres un
ángel sin alas, un ser casi etéreo, pero tan cálidamente real,
con la gracia del viento entre las flores, con la serenidad de
un lago o de un cielo de verano, con la majestuosidad de
una noche estrellada, la belleza de un sol que se levanta, la
delicadeza de un lirio, la elegancia de un cisne, la blandura
de un copo de algodón y la sencilla libertad de una gaviota
en la brisa.

Es tu voz música hechizante que apacigua a las fieras y que
mueve montañas.

Es tu lengua fiel reflejo de un alma
grande, inmensamente noble, digno poseedor de una mente
tan clara, tan amplia, sin horizontes ni fronteras. Es tu
razón poderosa, como la verdad misma, pues, sin herir,
pacificas tormentas y reconcilias enemigos. Es éste tu
mayor encanto, y es lo que te hace superior, inmensamente
mejor que el resto de los mortales, aunque tu modestia
inútilmente trate de encubrirlo.

Es tu pelo cual miel hecha brisa, tu piel es suave como la
seda más fina, donde se posa descansando tu cuerpo en la noche.

Y tu mirada......tu mirada es dulce y cautivadora; es hechizante, como el
agua de la montaña, pura y fresca. El sol es la sombra de
tus ojos, la luna, la estela de tu mirada.

Y tu risa, en ella se entrelazan la belleza del canto de las
aves y la fascinación de un alma soñadora.

Toda la magnificencia de este mundo palidece de vergüenza
a tu lado.

Eres como la fragancia que trae el viento, que,
aunque no viene de nosotros, regocija nuestros sentidos y
hace nuestras vidas más placenteras. Eres una prueba de la
existencia de Dios y, a la vez, una muestra de su grandeza,
pues sólo Dios puede hacer algo tan sencillamente
maravilloso, tan perfecto y tan bello. ¡Tan bello!...

Eres como una estrella fugaz que cruza el cielo y lo ilumina,
efímera e inapreciada.

Porque nunca nadie podrá
apreciarte por completo. Pero aún sabiendo que siempre
serás para mí una estrella lejana y cautivante, y aceptando
que nunca podré más que mirar la montaña desde la
llanura, aprecio más que nadie tu inagotable personalidad y tu
serena forma de ser, y sobre todo, esa gran paz y regocijo
que siento junto a ti y que transcienden los límites de lo
material.

Soy tu esclava. Siempre lo he sido y lo seguiré siendo hasta
el último de mis días. Me tienes a tus pies.
Siempre encontrarás en mí la mano abierta de un amiga, y la dulce y
tormentosa agonía de un corazón rendido, eternamente
enamorado.

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